Mayo: En la Orilla del Guaíba
La relación de Porto Alegre con el Guaíba es cercana pero inestable. El río ofrece belleza y calma, pero también representa un riesgo. Este proyecto explora ese equilibrio frágil — entre lo cotidiano y lo catastrófico, la presencia y la pérdida.

El río no es solo una frontera. Es una invitación, un recuerdo, una amenaza. En Porto Alegre, siempre está presente — más allá de los edificios, debajo de los puentes, detrás de las barreras que no logran contenerlo.



La gente va al río para descansar, pasar el rato, estar con otros o estar a solas. Es un espacio de ocio, ejercicio y vida social. Forma parte de las rutinas diarias — un lugar para hacer deporte, sentarse con amigos o simplemente caminar. El río se siente familiar, accesible y necesario, aunque su presencia muchas veces se da por sentada.




Pero también implica riesgo. En 2024, la inundación no debió haber sido una sorpresa — fue el resultado de años de señales de advertencia, falta de inversión, y poca preparación. El agua subió rápidamente, dañando viviendas, comercios y espacios públicos. Reveló cuán frágil es realmente la relación de la ciudad con el río. Lo que parece calmo, bello e inofensivo puede transformarse — de forma rápida y violenta — en algo destructivo.


Aun así, la vida regresa. Siempre lo hace. La relación persiste — cautelosa, desgastada, pero viva. La orilla vuelve a ser un lugar para hacer un picnic, mirar al horizonte, olvidar. Las estructuras construidas muestran cicatrices, reparaciones improvisadas, grafitis que insinúan un ciclo de pérdida y retorno.



Este proyecto recorre ese equilibrio frágil — entre el disfrute y el borramiento, entre lo cotidiano y lo catastrófico. El río es hermoso. El río es peligroso. Ofrece y arrebata. Y a pesar de todo, la ciudad siempre vuelve a su orilla.
